por Martí Manen
Exit Express, # 43, 2009
El 2005 el artista de origen colombiano Carlos Motta empezó el proyecto titulado “la buena vida”, un recorrido por doce ciudades de Latinoamérica donde cuestionaba la idea de democracia desde el punto de vista del poder, el género, las relaciones internacionales, la historia o la revolución. En el material producido, una infinidad de entrevistas con múltiples personas de diversos países, sobrevolaba la idea de la sociedad del bienestar y la voluntad de llegar una supuesta democracia avanzada que se resumía bajo un término como “el modelo sueco”. Después de pasar unos meses en Suecia, Carlos Motta presenta ahora “The Immigrant Files: Democracy Is Not Dead; It Just Smells Funny”, una visión crítica frente a uno de los referentes en estructuras democráticas como es el país escandinavo.
Motta se acerca a latinoamericanos que viven activamente en Suecia, personas que ostentan cargos o trabajan desde distintas plataformas de defensa de derechos humanos, para ofrecer una mirada crítica y plural frente a tópicos e ideas pre-concebidas sobre la realidad de las democracias en Europa y en especial en Suecia. Si en su trabajo sobre la situación en Latinoamérica observábamos cierto deseo de ir a mejor, en el caso sueco encontramos la tristeza frente al derrumbe del modelo. Aparece la desesperación frente a la imposibilidad, por parte de los inmigrantes, de dejar de ser “el otro”, la desigualdad por motivos de orientación sexual, religión o raza aparece y se cuestiona si lo que en los 70 era para muchos el paraíso utópico al que asemejarse ha ido perdiendo fuelle, obligando a preguntarse si el modelo sigue existiendo o no. Cultura, género, política y representación son tratados en las entrevistas que ocupan buena parte de la instalación que Carlos Motta presenta en Konsthall C.
El lugar de visibilización del trabajo no podía ser más adecuado. Konsthall C es un centro de arte que respira “socialdemocracia”. Ocupando el espacio de una lavandería del barrio de Hökarängen (barrio creado de cero en los años 50 casi como un experimento social de democracia participativa), el centro de arte se convierte en la memoria viva del urbanismo popular que generó los primeros barrios de extrarradio diseñados con la voluntad de crear “buenos ciudadanos”. La lavandería era lugar de encuentro y de organización democrática y ahora Konsthall C quiere ser una plataforma para la discusión crítica sobre la realidad.
En su exposición, Carlos Motta ataca frontalmente ideas pre-concebidas de lo que significa el inmigrante. Encontramos a personas que opinan sin tapujos, que construyen no únicamente su discurso sino que también son activos en su trabajo para la mejora social y política. Mediante varias entrevistas, la desigualdad sobrevuela y mancha la construcción colectiva de lo que significa Suecia, idea que de algún modo se presenta como casi una ficción al recuperar Motta (como telón de fondo de su instalación) la imagen gráfica de la Suecia que dejó pasar al ejército Nazi hacia Noruega, una de esas historias que rápidamente se esconde pero que queda latente. La diferencia de trato entre lo “propio” y lo “ajeno” se relaciona entonces directamente con el pasado y la idea de un doble país, que ofrece un trato para los “originales” y otro para los “nuevos” no únicamente parece observarse en la actualidad sino también en la definición de las bases de lo que es Suecia hoy.
Carlos Motta ha editado también un libro con la transcripción de todas las entrevistas presentadas en exposición, un libro que se convertirá en una útil herramienta para la comprensión del fenómeno de la inmigración directamente desde el punto de vista de los inmigrantes, superando mediante el arte la estructura de poder identitario que rige la universidad, la política o el sistema social que sustena un modelo sueco puesto en crisis.